Zazen, esa aparente postura budista adoptada para meditar, no es un interés humano. Zazen es una disciplina exótica practicada por pocos, en todo caso. Es una práctica de hombres que se elevan sobre la condición humana de aquellos que obedecen a un ego sometiéndose a sus ideas e ideales, asociándose como víctima complacida de sus instrucciones y señalamientos. El ser humano – con olor a humano – en este respecto es solo un títere de su propia ignorancia.
Zazen es hurgar las raícesde nuestra vida. Esto lo hace muy poco atractivo. Es durante este periodo de atención y observación consciente que podemos llegar a darnos cuenta de que nuestro comportamiento y nuestros pensamientos son la expresión, la manifestación o el reflejo de eso que uno es interiormente. Hurgar las raíces equivale a conocer nuestro origen, la base de nuestra existencia. Es una visión más completa que la del hombre común que es “empujado” por esas mismas fuerzas sin entenderlas.
Zazen es la raíz. Y es esta raíz lo más importante para un budista. Zazen es sentarse en la raíz de la vida. El maestro zen André Lemort nos dice: “Mientras no haya cambio en vuestro ser (gracias a la comprensión profunda de vuestra existencia), el progreso de vuestro comportamiento y de vuestra manera de pensar solo serán una “simple decoración” de vuestro ser, agregando más confusión a vuestra ya confusa vida, restringiendo vuestra libertad, reforzando vuestra rigidez y complicando vuestras relaciones con vosotros mismos y con quienes os relacionáis en vuestro día a día”.
Es a este “reflejo” al que debemos dedicarle toda nuestra atención. Observemos nuestro propio comportamiento cotidiano y nuestras tambaleantes reacciones. Aun nuestra misma postura es un reflejo de nuestro mundo interior. No pierdan de vista que este el objetivo de la práctica. Sin observarnos seguiremos siendo unos simples desconocidos para nosotros mismos. Para quienes comprenden el verdadero zazen, esta práctica no es una práctica de evasión. Es el camino más corto al autoconocimiento. Es un compromiso profundo para conocer lo que nos desequilibra y nos hace sufrir. Zazen es un buen Karma, decía mi maestro Taisen Deshimaru.
El maestro Lemort añade: “Es a través de esta práctica (meditación sentada) que podéis daros cuenta que “mientras ustedes crean en su realidad (dirigida por el desequilibrio de un ego nada armónico) no tendrán ninguna oportunidad de salir de la ilusión, de abandonar su poder, y continuarán tratando de solucionar las dificultades inherentes a esas creencias. Por eso es necesario conocer y ubicar la raíz de la dificultad de la vida humana”.
Cuando logréis acceder a la raíz del sufrimiento humano, dejareis la condición de humanos y vuestro despertar, como decía el maestro zen Kodo Sawaki, no tendrá olor humano.
Finalmente, el mismo maestro Lemort nos dice: “Cuando estén perdidos, cuando no sepan muy bien donde ustedes se encuentran, regresen siempre al cuerpo y a la postura. Si nuestro espíritu no está libre, nuestro cuerpo tampoco lo estará, y viceversa. La postura de zazen nos permite limitar nuestras ilusiones, nos permite mantenernos más lúcidos”.
Yo me atrevo a agregar a estas ideas de mi hermano del dharma, André, la siguiente frase: “Las tribulaciones son parte del Despertar. El Despertar es la meta del atribulado”. Las tribulaciones surgen de nuestra falta de conocimiento de la raíz de nuestro ser, ellas brotan de la insensata relación de amor que mantenemos con nuestras creencias superficiales. Y son ellas quienes nos conducen hasta el Buda. No es malo estar atribulado. Quienes practicamos zazen conocemos muy bien las tribulaciones. ¿No os dais cuenta de que conocer vuestras raíces y abrir la mente os conducen a un gran reposo?
Sensei Paul Quintero / Monje zen